Uno de los fuertes de Netflix es su dedicación a descentralizar la producción y explorar diferentes cinematografías fuera de los Estados Unidos. Con una ojeada al catálogo es posible encontrar series de diferentes partes del mundo, lo cual es refrescante y alentador para las producciones locales. Éste es el caso de Los Ladrones del Bosque (De Bende van Jan de Lichte en su idioma original), una serie belga que sigue las andanzas de un héroe nacional.
La mini-serie de 10 capítulos está ambientada en el siglo XVIII en los alrededores de Amberes. El gobierno corrupto atemoriza a la ciudadanía, mientras que los parias se agrupan en campamentos en el bosque. En medio del caos, el famoso Jan de Lichte (básicamente el Robin Hood belga) decide organizar a los expatriados para buscar justicia.
En su tono y estilo, Los Ladrones del Bosque podría compararse a las tres temporadas de Isabel. La serie tiene una buena cimentación técnica: Seria, austera, histórica, bien interpretada y con unos ambientes muy conseguidos. Pero, a pesar de todo esto, el resultado deja un poco frío. Quizás sea que se toma demasiado en serio a sí misma (es sucia, oscura, severa, sin atisbo de humor) o quizás sea su perfecto estilo historicista (que si bien está conseguido, no aporta nada nuevo), pero tras acabar los diez episodios, la sensación final es de indiferencia.
Lo que para mí supone el problema principal es la ambigüedad de la trama: no es exactamente una crónica histórica con datos y fechas (como lo fue Isabel), ni una historia policial (como parece indicar la llegada del alguacil Baru en el primer episodio). Tampoco es un thriller de enfrentamiento entre bandas (a pesar de dedicar capítulos a los enfrentamientos de Tincke y el Español), y tampoco es una historia de venganza. Todas las historias quedan a medio cocer, sin que ninguna domine y la sensación es de falta una dirección.
Hay diferentes subtramas: las distintas bandas con sus jerarquías, la historia de amor con Heloïse y el asesinato de su hermano, la relación con la banda del Español, las violaciones en grupo, el destino de los dos puticlubs, pero ninguna me atrapa y en muchos casos llegan a ser confusas.
Asimismo, el carácter de los personajes no queda completamente formado. Jan de Lichte, que debería ser el protagonista absoluto, tiene un papel casi secundario (lo más que hace es arengar alguna vez a los pobres del bosque) y como él, muchos otros personajes que parecen interesantes se quedan sin desarrollo (por ejemplo, la bandolera De Schoen y su amigo parecen estar ahí para asentir a lo que Jan dice, o la criada de Balu, que aunque parece que va a tener un papel importante en resolver todos los crímenes de la ciudad, al final se queda en mera secretaria). Sí, es cierto que hay algún protagonista cuya evolución no esperas, pero al final es irrelevante en un conjunto que no acaba de ser redondo.
No es que Los Ladrones del Bosque sea la peor serie de Netflix. Aunque lenta, es entretenida a ratos, y como ya he dicho, está bien hecha. Pero el resultado es olvidable. Buen intento de los belgas, pero no suficiente. Una semana después no quedará nada de ella.
Mi nota: ✦✦✦✦✦✧✧✧✧✧ 5/10